lunes, 23 de enero de 2012

MISIÓN DE ENAMORAR A LOS JÓVENES CON RUBÉN DARÍO

Discurso dado en ocasión del natalicio de Rubén Darío, Enero 2008

(Reseña sobre el evento – Celebración de Darío en el mes de su cumpleaños)

En ocasiones, Rúben Darío se percibe entre nosotros los jóvenes, como un hombre lejano a nuestro pensamiento, necesidades, instintos, inclinaciones y sentimientos. Se guarda en nuestra memoria como una reliquia, un mito, o talvez simplemente como un ser venerado de nuestra historia patria. En el mejor de los casos, aprendimos a recitar algunos de sus versos. Estoy segura que no hay en esta sala quién no memorizó en su secundaria, algunos de sus más conocidos poemas…“Lo Fatal” “Caupolican” “A Margarita” “Los Motivos del Lobo”, entre otros... Algunos por vocación poética, y otros en base a una imposición producto de un sistema educativo que ambicionó instruirnos sobre la “poesía” de Rubén, irónicamente el mismo, que aún entre los grandes, se ha considerado incomparable e inaprensible. Ese, claramente, no es mi objetivo esta tarde.

Anhelo, en vez, inspirarles a que quieran sentir a Rubén Darío. No quiero hablar de su grandeza – ya se ha dicho en todas voces, en todo el mundo, de grandes, pequeños y medianos. No puede exaltarse más su vida y obra de lo que ya se ha hecho. En el año 2000, recibió el reconocimiento internacional cultural más importante en el concurso realizado por la BBC de Londres y RUBÉN DARÍO fue declarado El Personaje Latinoamericano del Milenio.

Tampoco quiero hacer una celebración a su natalicio, ni elaborar una efemérides de su gran obra, no quiero hablar del hombre muerto Rubén Darío, quiero contarles de su pensamiento vivo, de su pensamiento actual, su pensamiento social, producto de su condición de hombre, de hombre patriótico, progresista, existencialista, religioso, esperanzador, educador, enamoradizo, trabajador, crítico social, hombre sexual, político y joven, del joven errante, de ese “potro sin freno”, como el mismo se denominó.

El Pensamiento de Darío, abre puertas a una realidad que jamás perderá vigencia, su voz es tan viva hoy, como lo fue en su propio tiempo. Esas mismas respuestas, que nosotros  buscamos, producto de lo maravilloso de nuestra edad que exalta esa incesante curiosidad nuestra, él también las busco, su pensamiento de múltiples colores y formas encontrará morada en el corazón de cada uno de los aquí presentes, y revivirá su voz en este auditorio, como una caricia a nuestro intelecto, y así conoceremos al Darío nuestro, el Darío hombre, visionario y contundente.

Es mi misión entonces, servirles de cupido y dejar que se enamoren de nuestro gran poeta….

Al joven enamorado, Darío le habló, compartiendo esa pregunta que nos atormenta a todos, aquella que sabemos no tiene respuesta, pero igual la buscamos, en ese afán de imponer razón a lo irracional, comprensión a lo incomprensible y sentido común a lo extraordinario….él también se preguntó; ¿Qué es el amor? y se contestó humildemente lo siguiente: “No hay quien pueda explicar el amor. Es necesario sentirlo para saber lo que es. Es necesario haber experimentado en el corazón su influencia para adivinarlo. El amor es unas veces un fuego que nos abrasa el corazón, que nos quema las entrañas, pero que sin embargo nos agrada; ... El amor es una mezcla de dolor y de placer; pero en ese dolor hay un algo dulce y ese placer nada de amargo. El amor es una necesidad del alma; es el alma misma.” (Primera Impresión, 1881)

A ese joven imprudente, pasional, instintivo, sexual, irracional, Darío lo ve su semejante, él también fue insensato, irreflexivo, impulsivo, disparatado, a tal punto, que dio gracias a Dios que su imprudencia no terminara en tragedia, describió su juventud, de la siguiente forma:

…potro sin freno se lanzó mi instinto,
Mi juventud montó potro sin freno;
Iba embriagada y con puñal al cinto;
Si no cayó, fue porque Dios es bueno…”

Reconoció ese intuición sexual que talvez hoy nos parece producto de una evolución hormonal, o propio de nuestra mocedad, y se mofo de esa idea y lo concibió en vez como parte de nuestra realidad como hombres y mujeres, a cualquier edad, en cualquier tiempo, de vivirlo ahora y vivirlo siempre. Así llamó a nuestros cuerpos a “gozad de la carne, ese bien que hoy nos hechiza”.[1]

(***)

Nuestras críticas sociales, tanto al sistema, como a los políticos, a la actitud de los países desarrollados en relación a los países pequeños, a la brecha creciente entre ricos y pobres, y a la cruel indiferencia de nuestros gobernantes. Esa angustia patria que aunque no la decimos a todas voces (sin importar ser señalados de inmaduros) todos sabemos que sí lo sentimos ¡¡está ahí!!, si de reojo vemos o escuchamos las noticias y en nuestra actitud burlesca – pero conciente – criticamos nuestra sociedad, si cruzamos los dedos el día de las elecciones, si celebramos nuestros 16 años porque entrábamos a formar parte “de derecho” al sistema democrático si sufrimos de esa preocupación constante, si nos asombramos del descaro de una política que no comprendemos y de la que hemos perdido todo respeto, si te provoca apagar las noticias y te molesta la politiquería,  si perdiste toda fe en un futuro democrático al igual que Darío, quién aún amándola la critico y dijo: “Maldita sea esa democracia…El infeliz sobre la lluvia de plagas; el rico goza…Al pueblo no se le hace caso…” O si por el contrario, tienes todas tus esperanzas en que algún día llegue “la voz de la democracia” y que la misma resuene y truene en nuestra “Nicaragua”, ¡¡pues a buena hora!! Darío, a vos, también te cantó.  

Criticó al político insensato con la misma dureza, que lo hacemos nosotros, aborreció y desprecio la “politiquería” de la misma forma, que lo percibo ahora en sus rostros y exclamó molestó de los políticos farsantes, a quiénes dedicó las siguientes palabras: “…Juzgo que  a la mayor parte les falta sinceridad. Pues yo llamo sincero o aquel que, dándose cuenta de lo que significa su mandato, no disfraza la verdad exagerando el bien, paliando y velando el mal; a aquel que no promete sino lo que puede cumplir, y que lo promete porque está resuelto a ponerlo en práctica enseguida; a aquel que lucha por un ideal...”[2] (Crónica Política – Obras Completas)

Su prosa resulta tan familiar, tan aplicable, tan vigente, presente y efervescente, que bien podríamos abanderarnos de esa idea como si se hubiese concebido en su mente el día de hoy y la lleváramos en una manta – declamándola a gritos – en una plaza pública. Si nos parece también la politiquería como ese “…tremendo hervidero de la pasión política que podía contaminarlo todo, incluso el arte mismo…”, pues entonces, como ya les dije al inicio… estamos sintiendo a nuestro Rubén Darío.

Si sufrís de ver a tu país sumergido en los “últimos peldaños del progreso y sumido en extrema pobreza”, es este entonces el momento, de revivir, el pensamiento de Darío, que nos llamó al trabajo, al estudio a la investigación y al desarrollo… admirado que aún habiendo visitado las grandes capitales del mundo, tuvo conciencia de las riquezas que nosotros poseíamos y de la que carecían cada día más, dichos países, alarmado por esa falta de conciencia y disciplina de trabajo, llamó nuestra atención y dijo: “...dedíquense ustedes al arte, pero no olviden el cultivo de la tierra, la explotación de las riquezas naturales y el desarrollo de una ciencia basada en el conocimiento de la realidad natural, social y cultural del país; …no descuiden la investigación científica y la producción…” “…crezca nuestra labor agrícola, auméntese nuestra producción pecuaria, engrandézcanse nuestras industrias y nuestro movimiento comercial bajo el amparo de un gobierno atento al nacional desarrollo. Y que todo eso sea alabado por las nueve musas nicaragüenses en templo propio…”

Pero si su pensamiento, enamoradizo, progresista, político, crítico y racional los ha cautivado, también les quiero presentar a un Darío bueno, noble y justo, y que además pregonó en su poema “Ser Justo y Bueno”, que todos “hemos de ser justos, hemos de ser buenos, hemos de embriagarnos de paz y de amor, y llevar el alma siempre a flor de labios, y desnudo y limpio nuestro corazón…tender nuestros brazos a quien nos hirió, y abrazar a todos nuestros enemigos, en un dulce abrazo de amor y perdón” (Ser Justo y Bueno).  Es un Darío multifacético, no un Darío exclusivamente de musas, amante de la mitología, la fantasía, la música y de lo hermoso. Aterrizó como ven, al hombre y mujer común, les habló conciente y voluntariamente, con gran honestidad él mismo dijo: “…Yo no soy un poeta para las muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas…”

Al joven religioso, creyente, Darío le habló, su concepción de la fe, como aquello que “en medio del abismo de la duda…nuestra alma inflama…  la incorporó en su vida de esa misma forma contradictoria, que todos a nuestra la edad lo hacemos. De la misma forma que algunos no queremos aceptar nuestra fe, pero reconocemos al mismo tiempo que ya es nuestra. La forma en que talvez algunos nos burlamos o criticamos la iglesia o inclusive a Dios – aquel más atrevido -  pero nos encontramos llamándolo cuando estamos ante un problema. Nos permitimos fantasear de otras posibilidades “religiosas”, pero siempre aterrizamos a la misma, porque justamente – nos pertenece. Agonizamos por la incertidumbre de “…lo que no conocemos y apenas sospechamos,…¡y no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos!...” del joven que se cuestiona la veracidad de la separación del alma del cuerpo y la llegada del espíritu santo… pero después - aún más si nos ha tocado sufrir alguna pérdida - sabemos lo que es caer doblegado por la realidad, alzar la vista a Dios y esperar, exactamente igual que él, que todo sea una realidad, y esperamos también, como el declamó: “...que al morir hallaré la luz de un nuevo día, y que entonces oiré mi ¡Levántate y anda!...”

Y al joven nacionalista, joven que conoce al verdadero Sandino, que al igual que él, nacionalista empedernido, enamorado ferviente de su patria, agita la bandera el 14 de septiembre y se seca las lagrimas con ella, cuando lee el periódico o escucha las noticias. A todos los que están aquí que al igual que yo, jamás deja de impresionarse de lo hermoso de nuestro país, de esa hermosa posibilidad en la que solo basta alejar la vista unos tantos metros para sorprenderte del paisaje que se sumerge en nuestro subconsciente sin que nos demos cuenta, por su gran lago, por sus volcanes y ríos, por la sonrisa y candidez de su gente, si habemos más de uno en este Auditorio - Darío también es uno de ellos. Pues él también soñó en grande su patria y a su gente y además los consideró: “…pueblo vibrante, fuerte, apasionado, altivo; pueblo que tiene la conciencia de ser vivo, y que, reuniendo sus energías en haz portentoso, á la Patria vigoroso demuestra que puedo bravamente presentar en su diestra el acero de guerra ó el olivo de paz… mis ilusiones y mis deseos, y mis…esperanzas me dicen que no hay patria pequeña. Y León es hoy á mi como Roma o París…”

Y si además de Sandino, alojamos en nosotros mismos a Bolívar y a Jerez, y soñamos nuestra Centroamérica unida, Darío también es un invitado en esa mesa de honor. Pues Darío también soñó en una integración centroamericana, que camina a paso lento pero seguro, entre la inmadurez de nuestros pueblos, pero con la racionalidad de nuestro sentimiento y así dijo en su poema “Nicaragua entres sus hermanas”: “…La Unión de todas anhelo; y humilde con altivez, pequeña y grande a la vez, contra toda adversidad...”

En fin, mi último llamado será al joven estudiante, que además de estudiante debe ser exigente, amar a sus maestros pero también demandarles, pues no hay valor patrio más grande ni más hermoso que el que reposa en nosotros mismos, no hay nada más por qué o por quién entusiasmarse, bien lo dijo Darío: “… ¿Y a quién y por quién entusiasmarse sino por la juventud? Cuando el talento empieza a florecer es cuando necesita riego de aliento. Maldito sea aquél mal sacerdote que engaña o descorazona al catecúmeno…Quien no anima al joven que se inicia, anatematizado sea…”

Habiendo escuchado un poco de su pensamiento, talvez estaremos de acuerdo con él cuando dijo que el merito principal de su obra era la de una gran sinceridad, de haber puesto su corazón al desnudo, y tal como les anuncie al inicio abrió puertas, de par en par, puertas y ventanas de su castillo interior, castillo también nuestro.
La obra de Darío nunca pasará de moda, está condenada a la inmortalidad y al conocimiento eterno, tendrá vigencia siempre. Él mismo se anunció diciendo que “…El verdadero artista comprende todas las maneras y halla belleza bajo todas las formas...” (Dilucidaciones”, a su obra El canto errante (1907))

Grandes poetas, filósofos, escritores, grandes personajes en fin, han exaltado a nuestra Gloría Patria Rubén Darío, pero no quiero finalizar con una cita de ninguno de ellos, sino dejarles esta reflexión de un joven, igual que muchos de los aquí presentes, de apenas 19 años, que al igual que yo, se enamoró, porque no quiso memorizar, entender ni aprenderse a Rubén Darío, pero se permitió sentirlo. Y así, cuando yo le pregunte, ¿Qué pensás vos de Rubén Darío? y con una certeza, que aún me provoca escalofríos me contestó:

“…Quizás te resulte un poco exagerado lo que voy a afirmar pero creo que para aprender a vivir, a sentir hay que leer a Rubén Darío. Nos habla de lo que todos sabemos, de lo que sentimos, no nos descubre nada nuevo. Excepto eso mismo, esa belleza repleta de palabras, esa excusa que es la vida para escribir poesía. Darío.... habla y nos cuenta lo que ya conocemos pero de una forma que es imposible resistirse, nadie puede haber dejado de leer, de hojear sus palabras destinadas a la posteridad. Porque nos invita desde un color a descubrir el arco iris de la mente y de los sueños. Porque nos indica lo que podemos encontrar de nuevo en nuestra propia rutina, a través de unos ojos azules, o verdes, o negros…”

Espero ese sea el clamor, sentimiento y palabras de muchos de ustedes, y que mi firme y humilde propósito de servirles de cupido, está tarde,  rinda algún fruto


[1] Y en la medida que pasen los años, a “pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris me acerco a los rosales del jardín...”
[2] Cita termina así: “.. Llamo sincero, en fin, al candidato que habiendo buscado y encontrado en la rectitud de su conciencia la manera de hacer el bien verdadero al país en general y no sólo a su circunscripción, poner toda su voluntad, toda su alma, todo su ser, en transformar su programa en actos...”

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