jueves, 26 de febrero de 2015

50 Sombras de Grey: Negación al sexo, seducción y erotismo


 Nelly Ramírez Moncada

“El fuego original y primordial, la sexualidad,
levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez,
sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor.
Erotismo y amor: la llama doble de la vida.”
Octavio Paz.

La trilogía Cincuenta sombras de Grey de E. L. Jame ha vendido más de 100 millones de copias en el mundo. La película en base a la trilogía dirigida por Sam Taylor-Johnson ha venido en taquilla más de 400 millones de dólares desde su premier el 13 de febrero de éste año. Con récord de ventas históricas evidencia la urgencia colectiva de hablar sobre sexualidad.

No es para menos. Las estadísticas sobre sexualidad son pavorosas, Elisabeth Lloyd en su libro “The case of the Female Orgasm¨ (Harvard University Press) realizó un análisis exhaustivo de más de 33 estudios sobre sexualidad en los últimos 80 años, coincidiendo que únicamente el 25% de mujeres reportan tener una orgasmo de forma consistente durante sus relaciones sexuales. Hay un 30% que indica estar significativamente insatisfecha con su vida sexual.  De éstas, según el experto Ian Kerner (PhD en sexualidad y relaciones) un 84% dice tener relaciones sexuales con sus parejas como una concesión para lograr algo. Es curioso que existan tan altos niveles de insatisfacción en sociedades que se precian de liberadas y progresistas. La industria de la pornografía, por ejemplo, genera más de US$13 billones de dólares anuales en Estados Unidos.

La trilogía 50 Sombras de Grey es un intento fallido de iniciar un dialogo constructivo, reproduce un discurso lesivo para las mujeres y fracasa al sumergirse con vulgaridad y mal gusto en las profundidades de la sexualidad humana. Insiste en el discurso del hombre que necesita valerse de dinero para impresionar a una mujer, una relación asimétrica en la que él sienta las condiciones de la relación. Son las fuerzas del mercado queriendo imponer a las mujeres el modelo de salvadoras, torpes y subordinadas necesitadas de un hombre para comprender y sentir su propia sexualidad y el mundo mismo dependiendo de su reconocimiento, protección, dinero y experiencia. No es una sexualidad que se construye entre dos, no hay química ni consenso, es una sexualidad impuesta y desigual.

Algunos de los más prominentes autores han procurado establecer un concepto de sexualidad. Se ha entendido la sexualidad como una subjetividad intrínseca a nuestra condición humana que va más allá de la voluntad. Los medios desean imponer un discurso sobre sexualidad etiquetando: heterosexual, bisexual, homosexual, promiscuo o selectivo, misionero o anal; estas son las casillas en las que estamos obligados a definirnos.

Michael Foucault en Historia de la sexualidad, nos urgía como sociedad replantearnos nuestra sexualidad. Su principal argumento es que occidente ha establecido un sistema confesionario en la que todos nos vemos obligados constantemente a confesar nuestra sexualidad, lejos de lo que prevalecía anteriormente (silencio absoluto en todo lo relacionado al sexo por los tabús) ahora hay una proliferación de discursos sexuales coartando nuestra dimensión erótica. Él hace una hermosa diferencia entre lo que llama ars erótica scientia sexualis. Según él, arte erótico es la verdad extraída del placer mismo, es la experiencia del placer y el deseo sin clasificaciones o categorías, es erotismo y placer como una relación consigo mismo únicamente entendida por uno mismo según su intensidad, duración y reverberaciones en el cuerpo y el alma. Una especie de secreto magistral, lo que se siente o se vive no se puede compartir o clasificar.

Lo trágico de la sociedad es que hemos dejado de vivir ese secreto y no somos capaces de “ars erótica quedando únicamente “scientia sexualis”. Foucault define scientia sexualis como una de esas muñecas rusas matrioshkas y ars erótica como una página en blanco. La página en blanco es libre, puede ser todo o nada, es una experiencia que no debe explicarse, cada persona le dará una interpretación completamente distinta. Ars erótica es un acercamiento autentico a nuestros instintos, son deseos no racionales.

Hay resistencia a diferenciar la sexualidad como un proceso racional y erotismo como un proceso instintivo y sobre todo eminentemente íntimo (el secreto magistral). Octavio Paz en La llama doble. Amor y erotismo, distinguió éstos dos términos. Según él, erotismo es sexualidad transfigurada: el erotismo una metáfora de la sexualidad animal algo distinto a la mera sexualidad. En la sexualidad, el placer sirve a la procreación; en los rituales eróticos el placer es un fin en sí mismo con fines distintos a la reproducción. El erotismo y el amor son formas derivadas del instinto sexual. La primera nota que diferencia al erotismo de la sexualidad es la infinita variedad de las formas en que se manifiesta, en todas las épocas y en todas las tierras. El erotismo es invención, variación incesante; el sexo siempre el mismo.

De alguna manera, la capacidad erótica es lo que como humanos conservamos de animalidad. A través del erotismo nosotros buscamos un reencuentro con nuestra animalidad y ahí entra en juego la seducción. La seducción es esa necesidad de trasgredir, de vivir una “desviación”. Seducere es llevar aparte, desviar de la vía. En este sentido, seducción va a ser la desviación de la verdad (la desviación del sexo para fines reproductivos a vivirse por placer) y o bien el proceso de reversión de la misma, es decir: "Más que nada estrategia de desplazamiento (se-ducere: llevar aparte, desviar de su vía), de desviación de la verdad del sexo" (en palabras de Baudrillard).

Georges Bataille en su obra El erotismo señala: “Este regusto agridulce, es el que concede a la sexualidad humana una particularidad, una emocionalidad tanto más intensa: el erotismo. El campo del erotismo es el campo del goce más allá del goce físico del sexo. Se trata del gusto por la transgresión.” Bataille argumentó que ya por el hecho de vivirse el sexo como transgresión, experimentamos con él, la continuidad con la naturaleza. La transgresión implica cierto caos que pone en entredicho la ley y la racionalidad humana para llevarnos más allá. En el acto sexual erótico, se aflojan los miedos relacionados con la muerte, con la moral y con la incoherencia, y por ello, posibilita una intensificación de la vida, al sacarla del orden y la rutina de la vida humana planificada. El ser humano no se define por la angustia ante aquello que le desborda y que lo desposee, sino por un deseo o, mejor dicho, un goce, en el que la supera. El erotismo deja entrever el reverso de una fachada cuya apariencia correcta nunca es desmentida; en ese reverso se revelan sentimientos, partes del cuerpo y maneras de ser que comúnmente nos darían vergüenza.

El erotismo te obliga a transgredirte, a entregarte más allá de lo que se tiene conciencia. La atracción es un frote, un gesto, erotismo es la entrega. Las grandes preguntas; ¿Somos los seres humanos capaces de vivir esa experiencia? ¿Es posible llegar a ese nivel donde se fusionan las almas, guiadas por el erotismo, se transgreden a sí mismas y se funden? ¿Cuánta confianza, cuántas palabras, cuántas pruebas, cuánta solidaridad, cuánta historia debió mediar entre dos personas para poder alcanzar ese nivel en que transgrediendo su propia naturaleza, como humanos se reconocieron y se entregaron?

Bataille apunta: el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte, erotismo que pretende alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto del desfallecimiento, pasando de su estado normal a un estado de deseo que nos trae y nos lleva de la vida, el quiebre de los labios, el fracaso del orgullo cuando decide desaparecer ante el encanto del presente, el estremecimiento de las piernas, en la muerte se olvida el tiempo y la razón ordena: el futuro ya llegó, se desvanece el tiempo, se hace imperceptible. La geometría erótica de dos cuerpos acoplados a la perfección, el alquimista que encuentra su tesoro en una veta de deseos, una ventana al otro mundo que domina las fuerzas del tiempo y del espacio, desarma la gravedad y rompe la atracción de los planetas declamando palabras estelares con la pluma de una larga y luminosa cola roja.

La trilogía de 50 Sombras de Grey apuesta por el discurso erótico del sadomasoquismo. Lo hace sin elegancia y sentimiento. Hace más de 60 años la novela francesa Histoire d'O, de la autora Anne Desclos y la novela alemana de 1870, Venus en las pieles de Leopold von Sacher-Masoch ya planteaban la relación entre el sumiso y el dominado, con gran maestría exploran las dimensiones del poder en la sexualidad humana. No se trata de violencia per se, es una elección consciente y consensuada entre dos personas de explorar su morbo y se aplaca el dolor con la adrenalina del sexo y el deseo. En Venus en las pieles, la más emblemática, el sumiso es un hombre, se desencadena una relación ama-esclavo y Sacher-Masoch describe meticulosamente las prácticas sexuales llegando a niveles de vejación y depravación extrema que dio origen al nombre masoquismo, en una mezcla de fascinación, deseo, fetichismo, sexualidad, poder, libertad, dependencia y límites. Siempre – ante todo – mediando la voluntad y el consenso. “Mientras ella me azota, el semblante de Wanda adquiere ese carácter cruel y burlón que a mí me embelesa de forma tan siniestra.”

50 sombras de Grey, fracasa en plantear el tema del masoquismo desde todas sus aristas pero acierta en llevar a la palestra pública una conversación que se ha hecho muy difícil en la intimidad. No creo en los buenos o malos amantes, creo en la química de dos, la construcción de una dimensión erótica entre dos seres que conlleva un proceso a largo plazo y como cualquier relación implica transgresión, tiempo, compromiso y creatividad.  No se circunscribe a un momento, al coito o a una relación de a ratos, se construye simultaneamente con atajos heuristios hilando fino mente a mente, cuerpo a cuerpo, indicándole al cuerpo que es seguro soltarse, perder el control y encontrase con otro ser desde las profundidades del insoncsciente. 50 Sombras de Grey perdió una valiosa oportunidad de iniciar un dialogo a la altura de un tema tan complejo, transversal y universal. Celebro si en algún momento el libro o la película les llevaron a cuestionarse su sexualidad, y ojalá aunque se partiera de un discurso mal construido, se planteara una conversación sobre la sexualidad en pareja y todas aquellas expresiones eróticas y morbosas, auténticas y profundas, que todos llevamos adentro. No juzgo a quiénes eligen explorar  y vivir su sexualidad desde el masoquismo, la sexualidad debe ser una elección soberana y sagrada para cada ser humano, sin embargo sueño con la construcción de un discurso de la sexualidad y el erotismo desde el poder de la palabra y la ternura en la intimidad y como bien dice Paz sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor…


Ciudad de México
Febrero 2015