lunes, 23 de enero de 2012

Arquitectura y poder

A mi polo a tierra

Primera Parte
El poder le da forma a nuestro mundo. Las formas arquitectónicas moldean nuestros pensamientos y nos dan un concepto específico sobre las relaciones de poder en un país. Las distinciones sociales se manifiestan a través del espacio, las dimensiones, los volúmenes, el nivel artístico y de las formas abstractas propias del lenguaje arquitectónico. Poder que también desciende a la posibilidad de tener a disposición y servicio de la obra una gran masa de trabajadores.

Según Peter Wilson, famoso antropólogo de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, la arquitectura se ha adoptado como una condición de vida permanente restringida y estructurada a diferencia de sociedades nómadas o paleolíticas que se restringen como sociedad de forma tácita y subjetiva, y enfocada a su interior.

Las construcciones no tienen la finalidad exclusiva de proteger al ser humano de la intemperie. Muchas personas aún consideran la arquitectura una necesidad práctica de vivir en sociedad. Sin embargo, en la mayoría de los casos es una expresión poderosa y reveladora de la psicología humana; “…Es un medio de hinchar el ego humano a la escala de un paisaje, una ciudad o, incluso una nación. Refleja las ambiciones, las inseguridades y las motivaciones de los que construyen y, por eso, ofrece un fiel reflejo de la naturaleza del poder, sus estrategias, sus consuelos y su impacto en los que lo ostentan...” (Sudjic Deyan, 2007)

La política y sus monumentos:Los líderes utilizan la arquitectura monumental como un medio para representar a su gobierno y demostrar su poder sobre el pueblo. En la Italia de Mussolini, la España de Franco, la Alemania de Hitler y en la URSS de Stalin, la construcción de monumentos se hizo como un medio de comunicar a la población su poderoso liderazgo y la perpetuidad de su mandato. Se crea en la sociedad una gran expectativa y se “hereda” un “legado” físico y tangible de la imagen que el gobernante quiere dejar en el pueblo; “Gran parte de la naturaleza del poder político en cualquier sociedad, especialmente en la relación del gobernante con el pueblo y la forma en que considera que se origina su poder, todo esto se puede percibir observando los símbolos físicos que produce a través de la arquitectura.” (Wilson, Peter 1988)

En la modernidad, en un estudio de los símbolos de poder en Estados Unidos, la arquitecta estadounidense Molly Glenn ha indicado que en “Estados Unidos durante una crisis los medios de comunicación presentan constantemente las vistas de la Casa Blanca no porque estén esperando que el Presidente salga y de alguna declaración, sino porque representa la oficina de la Presidencia. El edificio en sí representa el poder político. (…) La Casa Blanca y el Capitolio son símbolos esenciales del gobierno americano y la cosmología americana….” (Glenn, 2003)

Por otro lado, los edificios públicos también reflejan la inversión de los recursos sociales y el “rendimiento” del poder. No es extraño escuchar entre la gente paralelismos entre las construcciones estatales (sean para fines operativos o recreativos) y efectividad gubernamental.

Las religiones --que históricamente también fueron consideradas como un poder político - no han estado exentas de expresiones y manifestaciones de poder a través de sus edificaciones. Las clásicas e imponentes catedrales católicas son una clara expresión del lugar privilegiado que le corresponde a las autoridades y entidades eclesiásticas en la gran mayoría de países occidentales. Investigaciones realizadas por Adista (agencia de información político-religiosa de Italia) ha indicado que el patrimonio de la Iglesia Católica es un quinto de todo el patrimonio italiano y romano. En términos globales, la Iglesia Católica posee más bienes inmuebles que cualquier otra organización en el planeta.

En el oriente, las construcciones de sinagogas y mezquitas también son entidades de control social, con una clara simbología de su poder e influencia.

El dinero y los rascacielos:
Los rascacielos se perciben como símbolo de fuerza y prosperidad económica. Según los medios estadounidenses, en el periodo de la Gran Depresión, se consideró la construcción del Rockefeller Center como una forma de infundir esperanza en el futuro, presentando su visión de Nueva York, como la ciudad ideal.

Esta práctica no ha cesado y continúa acentuándose, en Dubai la construcción de majestuosos hoteles, resort turísticos, edificios habitacionales y empresariales son la carta de presentación de una sociedad que quiere ser percibida por el mundo, con una pudiente y poderosa clase empresarial. En este objetivo han ido de la mano de la arquitectura y la ingeniería, trascendiendo las limitaciones de la propia naturaleza e incursionando en novedosas construcciones sobre el mar.

Siete de los diez rascacielos más altos del mundo, están principalmente en Estados Unidos y China, los demás están en Hong Kong, Malasia y los Emiratos Árabes. Este último, en Enero del 2010, se exhibió ante el mundo con el edificio Burj Khalifa con 828 metros de altura, el más alto a la fecha.

Las tumbas y la próxima vida:
Una práctica que poco a poco ha ido disminuyendo pero que hasta hace poco era muy común es la construcción de imponentes tumbas y mausoleos por parte de familias pudientes. Las tumbas – dejaban claro – las distinciones y clases sociales. Los cementerios antiguos en muchos países tienen divisiones naturales que se marcan por la ostentosidad de alguna de sus tumbas. Muchas familias han considerado que la “grandeza” de la tumba puede producir un efecto de permanencia. En la obra de Peter Wilson, La domesticación de la especie humana, avizoró que “…en un profundo nivel metafísico, y espiritual las tumbas vencen la muerte. Si esto es así, entonces entre más grande, más sólido y monumental la tumba o mausoleo, mayor será el efecto de vencer la muerte y más convincente y exitosa el esfuerzo parece ser “(Wilson, 1988)

A nivel político, religioso, económico e individual las muestras arquitectónicas son un testimonio del poder por la fuerza y la energía que la gente puede reunir y ejercer sobre el mundo. En nuestro paso por las distintas ciudades, no podemos dejar de tomar conciencia de la inmensa cantidad de mensajes que nos indican las muestras arquitectónicas que nos rodean, revelándonos claramente el lugar de cada quién en la sociedad, sus sagrados símbolos y sus preferencias. ¿Cómo respondemos y correspondemos a estos mensajes?

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